Síntomas: Se suponía que la música creada por Bill Preston, Esq. (Alex Winter) y Ted "Theodore" Logan (Keanu Reeves) uniría al mundo y conduciría a un utópico futuro de paz y armonía... pero algo salió mal (¿habrá sido culpa de Kiss?) Y ahora, en la edad madura, Bill y Ted descubren que su misión es más urgente que nunca.
Diagnóstico: Me gustan las películas "clásicas" de Bill y Ted (más la primera que la segunda), pero reconozco que no envejecieron bien. Mucha gente se queja de las retrógradas actitudes culturales que eran prácticamente obligatorias en los ochentas; sin embargo, creo que el problema principal es que no tomaron en serio su innovadora premisa, y el resultado fue una frívola colección de situaciones bastante graciosas, pero sin profundidad dramática ni resonancia emocional.
Y ahora, treinta años después, los escritores Ed Solomon y Chris Matheson regresan por tercera ocasión para enfrentar la imposible tarea de rectificar los errores del pasado, conciliar la optimista mitología de la saga con nuestra precaria realidad, y mantener la simpática dinámica entre Bill (Alex Winter) y Ted (Keanu Reeves), quienes no han perdido la inocente estupidez de su época adolescente. Y todo eso con un poco de conflicto para inspirar las emociones que estuvieron ausentes de las cintas originales
¿Cumplieron esa larga lista de requisitos? Creo que sí... pero solo parcialmente.
No voy a gastar tiempo en explicar el argumento de Bill & Ted Face the Music; baste decir que es un abigarrado tapiz narrativo armado con retazos de Bill & Ted's Excellent Adventure y Bill & Ted's Bogus Journey, con las costuras a punto de reventar por estirar la historia en demasiadas direcciones, y además con el peso adicional de parches y remiendos que no siempre coordinan con el material original. Sin embargo, en mi humilde opinión, Bill & Ted Face the Music cumplió lo prometido en todos sus niveles... aunque ninguno fue particularmente brillante.
Y aquí es donde sale al rescate el arma secreta de la película (no muy secreta, a decir verdad)... la nostalgia. Independientemente de sus valores intrínsecos, fue un placer revisitar a Bill y Ted para ver cómo evolucionaron a lo largo de los años (muy poco), y averiguar si mantuvieron la fuerte amistad de antaño. El director Dean Parisot (Galaxy Quest) tuvo el acierto de reunir a tantos actores de las cintas originales como fue posible, lo cual no solo mantiene una deliciosa continuidad que disfrutarán los "geeks" como yo, sino que respeta el trabajo de actores como William Sadler, Hal Landon Jr. y Amy Stoch. Y aunque las nuevas adiciones no me parecieron dramáticamente relevantes, todos aportan algo interesante al atiborrado revoltijo de sub-tramas que me dejó con una gran sonrisa, y con ganas de pasar más tiempo con Bill, Ted, y su renovado séquito de amigos, parientes, y hasta enemigos. Entre ellos: Samara Weaving y Brigette Lundy-Paine como Thea y Billie, las hijas de Bill y Ted; Erinn Hayes y Jayma Mays como "las princesas"; Kristen Schaal como Kelly, su nuevo contacto con el mundo del futuro; y muchos más que no mencionaré para no arruinar la sorpresa de su presencia.
Por el lado negativo... la Gran Misión de Bill y Ted no tiene mucho sentido. Al igual que hicieron en la primera película, Solomon y Matheson ponen especial esmero en mantener la lógica interna del viaje en el tiempo, lo cual provoca momentos divertidos e inesperadas interacciones con figuras históricas; pero no disculpa las arbitrarias decisiones de los personajes ni los obstáculos artificiales que el libreto pone en su camino para complicar aún más sus aventuras en el multiverso espacio-temporal. O lo que sea.
Sin embargo, como dije: gran sonrisa al final de la película. Gran parte fue por la nostalgia, no lo niego; pero también influyó la contagiosa energía de Bill & Ted Face the Music y su actitud positiva frente a la adversidad. Excelente mensaje para la época tan "bogus" que vivimos actualmente.
Calificación: 8.5