Síntomas: Durante el caos social y político que dejó la revolución francesa de 1789, un joven oficial llamado Napoleón Bonaparte (Joaquin Phoenix) empieza a destacar con audaces estrategias y victorias militares que eventualmente lo llevarán al máximo cargo de la nación.
Diagnóstico: Francamente, no hubiera gastado dos horas y media viendo Napoleón en el cine, si hubiera sabido que la "versión del director" de cuatro horas se estrenará próximamente en Apple+. Sin embargo, eso explica parcialmente el problema principal de la película: una trama modular con escenas individualmente interesantes, pero desconectadas entre sí, de modo que nunca sentí la progresión dramática que debería sustentar una buena historia. En otras palabras, Napoleón no se siente como una biografía integral, sino como un anecdotario superficial a pesar de su opulenta producción (sobre todo durante la primera mitad, donde se acumula el drama familiar y la intriga política). Tal vez la "versión del director" encontrará esas conexiones faltantes para restaurar el flujo narrativo y otorgarle a Napoleón el auténtico calificativo de "obra maestra"... pero no me interesa averiguarlo.
Y ahora, con las quejas fuera del camino, puedo dedicarme a elogiar la increíble dirección de Ridley Scott y su gloriosa visión para crear algunas de las mejores secuencias bélicas que he visto en mi vida, no necesariamente por su tamaño (aunque desde luego son monumentales), sino por la impresionante atención al detalle, el impecable lenguaje cinematográfico, y la variedad de técnicas conjugadas para crear auténtico "cinema" a escala épica (del que le gusta a Scorsese). En serio, si alguien quiere ver Napoleón solo por las escenas de batalla, por favor ignoren mis quejas sobre su estructura, y disfruten la película en un cine con gran pantalla y buen sonido (difícil en México, pero les deseo buena suerte). Eso dejará satisfecho a un buen porcentaje del público, y hasta contribuirá al éxito económico de la película, lo cual no tiene nada de malo.
Otro aspecto positivo fueron las actuaciones, algunas mejores que otras, pero todas enfocadas en revelar la esencia de los personajes. Por ejemplo, Vanessa Kirby no me pareció adecuada para interpretar a Joséphine de Beauharnais, la esposa de Napoleón; pero esa misma "incompatibilidad" subraya la diferencia fundamental de temperamento y actitud que hizo tan volátil su relación. También me gustó el trabajo de Tahar Rahim, Rupert Everett y Paul Rhys (entre otros), pues representan divergentes ideologías de un gobierno en franca transición, tratando de superar los vicios de la monarquía, tan solo para caer en otro sistema totalitario basado en los caprichos de un excéntrico líder.
Lo cual nos lleva a Joaquin Phoenix y su compleja versión de Napoleón, feroz guerrero y brillante estratega, pero con limitaciones e inseguridades que hubieran descarrilado la carrera de cualquier político convencional.
Y creo que ese fue el punto de Napoleón... no solo el recuento de sus triunfos militares y la refutación de los clichés históricos (desde su baja estatura hasta el proverbial caballo... una escena que casi me arruinó la película), sino el análisis de un individuo cuyo talento para la guerra lo llevó a esferas de poder donde las cosas ya no podían resolverse con sablazos ni artillería. Si tan solo el guionista David Scarpa (¿y tal vez la editora Claire Simpson?) hubieran forjado enlaces más robustos entre ambas facetas de la película (el lado humano y el militar), creo que Napoleón estaría entre las mejores obras de Ridley Scott. Pero, como dije, tan solo el espectáculo visual y el trabajo de Joaquin Phoenix justifican una sincera recomendación... aunque no fue suficiente para convencerme de ver la versión más larga en video casero. En esas cuatro horas podría ver dos películas de Ridley Scott que me gustan más y me frustran menos.
Calificación: 8.5