Síntomas: Un prominente político y su esposa preparan una cena para varias personas importantes en su casa de campo, y contratan a Cadi (Annes Elwy), una joven local, para ayudar en la cocina. Entonces la velada se torna extraña.
Diagnóstico: Con esa sinopsis yo esperaba otra dosis de "horror social" sobre lucha de clases, disparidad económica y similares temas de moda en el cine contemporáneo. Y, en efecto, The Feast incluye esos elementos... pero la trama toma siniestras desviaciones que me dejaron intrigado de principio a fin, al mismo tiempo que añaden genuino horror como complemento de su mensaje. O mensajes.
Por el lado negativo, The Feast es una película muy lenta que nunca se detiene a dar explicaciones ni definir exactamente lo que estamos viendo. Cuando mucho presenta fragmentos del contexto político y cultural donde se desarrolla la historia, y queda de nuestra parte armar el rompecabezas para asimilar sus múltiples aspectos.
Sin revelar demasiado (espero), voy a ofrecer mi versión de esos aspectos:
Como crítica social tenemos el contraste entre la poderosa familia de un político galés y la sencilla muchacha que los ayuda a preparar la cena. No solo es un típico relato de "pobres contra ricos", sino una exploración de los efectos psicológicos del privilegio y su influencia en las dinámicas familiares. No es sorpresa cuando todos son altaneros y condescendientes con Cadi (Annes Elwy); pero cuando se revelan los problemas internos de la familia empezamos a comprender la escala del problema.
Como fábula ecológica, The Feast ignora el panorama global para enfocarse en una pequeña crisis local: una empresa minera está interesada en extraer minerales del subsuelo de Gales, pero necesita permiso de las personas que viven en las colinas de la región. El problema es que no todos los granjeros están dispuestos a olvidar sus tradiciones milenarias en aras del progreso económico.
Lo cual nos lleva al horror que (igual que todo en esta película) se manifiesta en pequeños detalles de engañosa relevancia. ¿Por qué está sucio el mantel? ¿De dónde viene ese zumbido? ¿Para qué quiere ese trozo de vidrio? Oh. Ya veo. No debí preguntar.
El director Lee Haven Jones y el escritor Roger Williams construyen un tenebroso misterio con las pueriles rutinas de una velada social... y el resultado es deliciosamente perturbador cuando por fin entendemos lo que está pasando. O al menos esa fue mi percepción porque, como dije, no hay muchas explicaciones para confirmar nuestras teorías. Hablando de teorías, mis respetos por filmar la película en lenguaje galés, repleto de bizarras consonantes y fricativos que probablemente se originaron en el mismo planeta del finlandés y la lengua vasca.
En el papel principal, Annes Elwy ofrece un virtuoso ejemplo de "menos es más", pues con mínimos diálogos debe expresar las emociones que Cadi siente en situaciones incómodas y totalmente ajenas a su experiencia cotidiana; sin embargo hay algo en su mirada que indica un entendimiento más profundo de su entorno. Porque, a fin de cuentas, no importa si son ricos o pobres; todos comparten los mismos defectos de la naturaleza humana.
Me costó trabajo asimilar la ambigua parsimonia de The Feast durante la primera mitad; pero mi paciencia se vio recompensada por un contundente desenlace que complementa su discurso social y satisface con amplio margen la promesa del "horror rural", trascendiendo la superstición para concretarse en los fundamentos de la vida real. El problema no es la riqueza o el poder, sino la erosión de valores que casi siempre incitan.
Calificación: 9
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