Síntomas: En la ciudad de Sao Paolo, Brasil, dos pandillas japonesas y un americano con amnesia persiguen a la joven Akemi (MASUMI), quien desconoce el pasado de su familia en la mafia japonesa.
Diagnóstico: Creo que nunca había visto una película brasileña de artes marciales, y mucho menos una ubicada en Sao Paolo, donde aparentemente vive la comunidad japonesa más grande del mundo fuera de Japón. Sin embargo, esos incongruentes ingredientes le dan a Yakuza Princess una estimulante diversidad cultural que se manifiesta en impresionantes escenarios urbanos, pintorescos personajes, y un fantástico estilo visual que me mantuvo cautivo hasta en las más tediosas escenas... lo cual fue muy útil pues, según mis cálculos, aproximadamente el 50% de Yakuza Princess consiste en escenas intrascendentes.
El mejor ejemplo son las tres horas (al menos así las sentí) que pasamos en un asilo para criminales retirados, donde la joven Akemi (MASUMI) llega en busca de información sobre la relación de su familia con los mafiosos que la persiguen. Ahí encontramos mucha palabrería, forzadas rutinas cómicas con los ancianos llenos de tatuajes y cicatrices, y confusos diálogos sobre honor y responsabilidad... pero muy poca acción o respuestas a las preguntas de Akemi.
Afortunadamente el tercer acto por fin encuentra la energía y el enfoque para crear intensas secuencias de acción y darle un propósito concreto a la protagonista, lo cual conduce a un final satisfactorio en todos los niveles, que además deja la puerta abierta para una secuela.
A pesar de tantas quejas me gustó encontrar Yakuza Princess porque no conocía el trabajo del director Vicente Amorim, y me impresionó su estilizado lenguaje visual que complementa la increíble cinematografía de Gustavo Hadba, al mismo tiempo que aporta valiosa información sobre el carácter y posición de los personajes en la jerarquía del crimen organizado. Como ejemplo puedo señalar la secuencia engañosamente simple donde el asesino Takeshi (Tsuyoshi Ihara) se reúne con su "oyabun" para hablar sobre la ejecución de tres personas... de su mismo clan. Si el resto de Yakuza Princess tuviera ese ritmo y economía, sería una joya oculta del thriller criminal. Pero en su forma actual solo es un rico catálogo de imágenes con poca relevancia emocional.
Para ser justos, Yakuza Princess es la adaptación de la novela gráfica "Samurai Shiro", de Danilo Beyruth, lo cual significa que su caprichosa estructura podría venir del material original. Pero aún así alguien debió señalar las fallas del libreto antes de empezar a filmar. O quizás Amorim se enamoró de sus hermosas escenas (con buena razón) y no quiso sacrificar el esplendor visual en el altar de la disciplina y la claridad narrativa.
El reparto también tropieza de vez en cuando, empezando con MASUMI (así, con mayúsculas) en el papel de Akemi. Al parecer MASUMI es una estrella pop haciendo su debut como actriz... y eso lo dice todo. Por el lado positivo, Tsuyoshi Ihara en el papel de Takeshi tiene el carisma y actitud "cool" de los mejores anti-héroes de John Woo. Y, como el único "nombre" de la película, Jonathan Rhys Meyers (Mission: Impossible III) no tiene mucho que hacer, pero resulta convincente como el "gaijin" con amnesia que no sabe cómo llegó a Sao Paolo, ni cuál es su conexión con Akemi... pero no dejará que nada se interponga en su misión. ¿Cuál es su misión? Buena pregunta.
Entonces, puedo recomendar Yakuza Princess por su notable estilo visual, esporádicos momentos de acción, y exótico sabor cultural. Pero, francamente, hay mejores películas de artes marciales con dirección y argumentos concisos que atacan nuestra conciencia sin tantas vueltas ni desviaciones. Algunos ejemplos: Furie, Wira y Headshot. Pero ninguna se ve tan bonita como Yakuza Princess.
Calificación: 7
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