Síntomas: Para evitar una condena por robo de automóviles, Bill O'Neal (LaKeith Stanfield) acepta trabajar como espía del FBI, y se infiltra en la organización activista de las Panteras Negras con la misión de vigilar a Fred Hampton (Daniel Kaluuya), su controversial líder.
Diagnóstico: Al igual que la reciente película The Trial of the Chicago 7, Judas and the Black Messiah confirma que los problemas sociales de los Estados Unidos (y otros países) no son nuevos, sino que vienen arrastrándose desde hace décadas (a veces siglos), y periódicamente estallan cuando se acumula suficiente presión sobre las víctimas de segregación. En otras palabras: la historia se repite, y el cine siempre está dispuesto a recordar los errores del pasado con la esperanza de evitarlos en el futuro. Y también con la esperanza de vender suscripciones de HBO.
Otra similitud entre The Trial of the Chicago 7 y Judas and the Black Messiah es que rechazan el formato tradicional de las "bio-pics" hollywoodenses para presentar una versión más amplia y fidedigna de los hechos reales... lo cual inevitablemente implica una narrativa fragmentada y ocasionalmente confusa, sobre todo para espectadores (como yo) que no conocían los eventos retratados en ellas.
Previniendo esa situación, el director Shaka King reclutó un sobresaliente ensamble de actores con suficiente carisma e intensidad para mantenernos cautivos durante el laberinto de corrientes políticas, conflictos sociales, e interferencia gubernamental que marcó la existencia de las "Panteras Negras" en la ciudad de Chicago a fines de los años sesentas.
El líder del movimiento era Fred Hampton (Daniel Kaluuya), cuya explosiva retórica e ideas socialistas no solo inspiraron a la población africana-americana de Chicago (y otras ciudades), sino a múltiples razas y culturas reprimidas cotidianamente por desafiar el "American Way of Life"... o al menos la versión racista que cultivaban los líderes de aquella época.
Entre esos líderes: J. Edgar Hoover (Martin Sheen, absolutamente irreconocible), el corrupto director del FBI cuyos abusos de poder se extendían más allá de perseguir comunistas. En aquel entonces Hoover estaba obsesionado con la "amenaza" de las Panteras Negras, una organización militante que buscaba igualdad de derechos, seguridad económica, y programas de salud que incluyeran a todas las minorías. Y, bueno, también querían incitar una revolución y derrocar al gobierno, pero por medios relativamente pacíficos (aunque no descartaban el conflicto armado).
En esa volátil situación, el Agente Roy Mitchell (Jesse Plemons) decide "plantar" un informante muy cerca de Fred Hampton; y Bill O'Neal (LaKeith Stanfield) acepta esa arriesgada misión a cambio de inmunidad por sus delitos de robo (su "modus operandi" como ladrón de automóviles explotaba el miedo que la gente sentía por la Policía de Chicago, lo cual es un buen indicador del clima político en esa ciudad). Y, conforme Bill asciende en la jerarquía de las Panteras Negras y conoce personalmente a Hampton, tiene que luchar con su conciencia porque siente que está traicionando a su gente.
Lo cual, como dije al principio, involucra un tortuoso recorrido por la vida de Hampton, revelando eventos clave en su historia personal y en la de su organización, al mismo tiempo que nos ilustra sobre las virtudes y defectos de las Panteras Negras. Judas and the Black Messiah no exime las fallas de sus protagonistas, pero tampoco es necesario pintarlos como ángeles para reconocer las terribles injusticias que intentaban corregir... independientemente de sus métodos.
Entonces, Judas and the Black Messiah no es una típica biografía diluida para consumo masivo, sino una crónica compleja y moralmente ambigua que merece recordarse para apreciar los cambios positivos obtenidos desde aquellos días, y el largo camino que queda por recorrer. Además, en un nivel más básico, Judas and the Black Messiah es un electrizante thriller respaldado por excelentes actuaciones (LaKeith Stanfield y Daniel Kaluuya son la atracción principal, pero no podemos ignorar a Jesse Plemons, Dominique Fishback y Ashton Sanders, entre muchos otros), enérgica dirección de Shaka King, y virtuosa cinematografía y diseño de producción que nos transportan al año 1969 sin convertirlo en una caricatura sesentera. Por el lado negativo, Judas and the Black Messiah no es una película ligera para divertirse el fin de semana... pero su intención trasciende el simple entretenimiento, y su mensaje es más relevante que nunca, lo cual es razón suficiente para celebrar su existencia.
Calificación: 8.5
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