Síntomas: La inteligencia artificial de la nave espacial Mima toma forma humana para escapar de los mercenarios que la persiguen.
Diagnóstico: No sé cómo clasificar Blood Machines. Su breve duración (50 minutos) la ubica en la categoría de mediometrajes; su estreno en Amazon fue en forma de mini-serie; pero su elaborada producción sugiere una auténtica película.
Como sea, el nicho comercial es irrelevante para disfrutar las delicias visuales de Blood Machines... y también para aceptar sus tropiezos narrativos. Lo importante es que la película/corto/mini-serie ofrece una espectacular experiencia sensorial, respaldada por ideas bastante trilladas, pero rara vez expresadas con semejante visión artística.
Es obvio que el director "Seth Ickerman" (pseudónimo del dueto francés Raphaël Hernandez y Savitri Joly-Gonfard) está más interesado en imágenes que en argumento, lo cual normalmente me parece uno de los grandes problemas del cine moderno. Sin embargo, cuando dichas imágenes conjugan sublimes niveles de imaginación y pericia técnica, puedo hacer una excepción y recomendar Blood Machines tan solo por su forma.
Además, para ser justos, el fondo no es tan malo. A pesar de su simplicidad, el argumento incluye suficientes detalles de "world building" para estimular nuestra imaginación y llenar los huecos de este exuberante universo post-moderno. Entre esos detalles: la existencia de una misteriosa organización paramilitar especializada en capturar transportes dañados para robar sus recursos y reciclar sus componentes; naves espaciales con inteligencias artificiales tan avanzadas que algunas personas las consideran seres vivos; y un culto de... voy a llamarlas "brujas cósmicas" (lo cual es cien por ciento un halago) dedicadas a rescatar esas naves "heridas" y liberar sus mentes sintéticas.
En un nivel más alegórico tenemos la eterna batalla de los sexos. Los mercenarios son hombres crueles e ignorantes que persiguen el beneficio personal sin preocuparse por las consecuencias de sus actos. Por su parte, las brujas cósmicas buscan la armonía entre naturaleza y tecnología. Entonces, cuando el mercenario Vascan (Anders Heinrichsen) secuestra a una de las "brujas" (Elisa Lasowski) para ayudar en la cacería de Mima (Joëlle Berckmans), no solo es un cliché de ciencia ficción, sino una metáfora del capitalismo, del patriarcado, o la ciega ambición que nos está llevando a un similar futuro distópico.
Al menos esa fue mi interpretación de los primeros veinte minutos de Blood Machines... cuando todavía podía pensar. Después de eso llega el épico tercer acto, donde los insulsos diálogos y las mediocres actuaciones desaparecen, y podemos disfrutar un extraordinario "performance" audiovisual, acompañado por la música retro-tecno de Carpenter Brut. La combinación es absolutamente electrizante, integrando diseño de producción con animación y una rica paleta de colores que explotan en nuestra retina y distorsionan nuestra mente mientras tratamos de deducir qué demonios está pasando. Es como un híbrido de Guardians of the Galaxy y Trolls: World Tour, escrito por Philip K. Dick cuando tenía 12 años.
O, para hacer una comparación más literaria: Blood Machines me recordó las historias de la revista Heavy Metal (en algunos países llamada Métal Hurlant), con arte de excepcional calidad, argumentos muy elementales, y exóticas mujeres provenientes de planetas donde la ropa es opcional.
Hablando de lo cual: entiendo la contradicción de asignar temas feministas a una fórmula tan sexista... pero quiero pensar que fue parte del contraste entre pasado y presente que maneja Blood Machines: valores gráficos (y culturales) de los años ochentas magníficamente realizados con técnicas de la era digital. Y si no sirve esa excusa... bueno, al menos podemos disfrutar las naves con dientes, el ballet más bizarro desde Suspiria, y robots gigerianos que ya se cansaron de servir a sus amos humanos. No hacen falta ideologías progresivas para compartir esa frustración.
Calificación: 7.5 (10 por imágenes, 5 por historia, dividimos entre 2 y sacamos promedio)
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