Wednesday, March 25, 2015
Zombeavers
Síntomas: Para alejarse temporalmente de sus novios y demás problemas sentimentales, las jóvenes Jenn (Lexi Atkins), Mary (Rachel Melvin) y Zoe (Cortney Palm) deciden pasar un fin de semana en una casa de campo a orillas de un pintoresco lago. Lo que no saben es que una fuga accidental de deshechos tóxicos provocó una mutación en los castores locales. Y, para empeorar las cosas, los castores se rehúsan a morir...
Diagnóstico: Castores zombies. ¿Hace falta decir más?
Desafortunadamente, sí.
Desde luego no hay que tomar en serio una película como Zombeavers, y en verdad aprecio el entusiasmo del director, productores, personal técnico y actores, pues se nota que fue un proyecto intensamente personal, realizado con genuino afecto por el género de terror. Pero aun así es difícil disculpar el flojísimo libreto, los irritantes personajes y la general pereza narrativa que, con una o dos excepciones, desaprovecha las oportunidades de hacer algo realmente innovador o subversivo (como ejemplo de lo que pudo ser, señalaría la brillante cinta neozelandesa Black Sheep, con la que Zombeavers comparte muchas similitudes... tantas que parece un poco sospechoso). Sé que la mediocridad intencional y la celebración de lo absurdo son la razón de ser de Zombeavers, pero su premisa de un solo chiste no basta para sostener el humor durante escasos ochenta minutos de duración (incluyendo largas secuencias de créditos iniciales y finales) (Por cierto, uno de los más notables aciertos de Zombeavers es su epónimo tema musical, compuesto en el estilo de Frank Sinatra... quizás no tan simpático como "Beware of the Blob", de Burt Bacharach, pero conservando un similar espíritu socarrón e irreverente).
¿En qué estaba? Ah, sí. El humor de Zombeavers es muy irregular, pues depende demasiado de la estupidez como sustituto del ingenio. El libreto (co-escrito por el director Jordan Rubin) incluye muchos momentos intencionalmente ridículos, pero muy pocos en verdad graciosos (admito que me hizo reír la escena de "Whack-a-Mole"). Otra contradicción son los efectos especiales, realizados de manera práctica con marionetas y maquillajes de látex bastante grotescos (lo digo como algo bueno), aunque no muy realistas. El problema es que los castores están filmados de tal manera que su origen artificial es demasiado evidente, y termina pareciendo una falla que, intencional o no, perjudica el flujo de la película. Sí, ya sé que todo es parte del chiste, pero siento que pudo funcionar mejor mostrando menos a los castores y elevando un poco más los aspectos de terror, con lo cual parecería una película mejor balanceada. En otras palabras, menos Hobgoblins, y más Tremors.
De cualquier modo no niego que Zombeavers me pareció bastante entretenida, me hizo sonreír en un par de ocasiones, y los odiosos personajes cumplieron su misión de inspirar gozo cuando son devorados por los sanguinarios roedores (las muchachas son apenas tolerables, pero cuando llegan sus novios el índice de antipatía se incrementa exponencialmente). Ah, y no olviden la escena post-créditos, que promete una secuela aún más bizarra y hasta ecológicamente relevante.
Entonces, Zombeavers resultó ser más o menos lo que esperaba de una película sobre castores mutantes atacando chicas en bikini (así como -SPOILER- un simpático perrito que lamentablemente no sobrevive... aunque parece estar sano y salvo en los "outtakes" presentados al final de la película). Siento que Zombeavers pudo llegar más lejos creativamente, pero a fin de cuentas cumple su función y merece una recomendación para conocedores del horror "kitsch", y para quienes encuentren infinitamente gracioso el doble sentido de la palabra "beaver". Russ Meyer estaría orgulloso.
Calificación: 7
Trailer
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