Síntomas: En 1991 estalla la guerra civil en Somalia, y el personal de las embajadas de Corea del Norte y Corea del Sur se ven obligados a cooperar para sobrevivir. Pero "cooperar" no significa que sean amigos.
Diagnóstico: No sé si es propaganda gubernamental, o corrección política, o el genuino sentimiento de la nación, pero he visto varias películas sud-coreanas que proponen tolerancia y colaboración entre Corea del Norte y Corea del Sur (algunos ejemplos: The Berlin File, Ashfall, y The Battle of Jangsari), indicando que no han perdido la esperanza de re-unificación.
Y ahora Escape from Mogadishu confirma que el sueño es posible... porque, de hecho, ya ocurrió (aunque a una escala muy pequeña) a principios de los noventas, durante la guerra civil de Somalia, cuando las tropas rebeldes se levantaron contra el gobierno totalitario del Presidente Siad Barre. Suena noble en teoría, pero en realidad fue como casi todas las guerras civiles: un caos de violencia, saqueos y abusos en nombre de una "democracia" que, lamentablemente, nunca llegó a ese país (según la clasificación de la ONU, la guerra civil continúa hasta el día de hoy).
Pero todo eso está en el futuro. Escape from Mogadishu comienza en 1991, detallando los problemas que enfrentaron las embajadas de Corea del Sur y Corea del Norte cuando estalló la guerra civil en las calles de Mogadishu. El personal de ambos países perdió su inmunidad diplomática y fueron atacados igualmente por las fuerzas rebeldes y por la policía del Presidente Barre, pues todos tenían sus propias razones para odiar a los extranjeros. En el caso de Corea del Sur, su apoyo económico facilitó el ascenso de Barre a la dictadura; y en el caso de Corea del Norte, existía el rumor de que vendían armas a los rebeldes. En resumen: El Embajador Han (Kim Yoon-seok) del Sur, y el Embajador Rim (Heo Joon-ho) del Norte quedan aislados de sus respectivos gobiernos, sin protección ni recursos... ni siquiera agua y electricidad. Su única salida es ocultarse o escapar. Y solo trabajando juntos podrán sobrevivir.
El director Ryoo Seung-wan (The Berlin File) dividió Escape from Mogadishu en dos mitades con distintos tonos. La primera mitad es un thriller de acción que introduce a los personajes, establece la volátil atmósfera en Mogadishu, y detona la violencia que pone en peligro sus vidas. Pero la segunda mitad quita el pie del acelerador (no se preocupen; la acción regresa al final con tremenda energía) para explorar la interacción de los coreanos encerrados con sus enemigos mortales. Me gustó la estrategia de tomar individuos como representantes de distintos niveles sociales: los embajadores son líderes celosos de su soberanía, pero también preocupados por el bienestar de los subalternos; los "cónsules de seguridad" (espías) no dejan que la crisis detenga sus operaciones de sabotaje y desinformación (e incluso aportan una breve secuencia de artes marciales para sazonar el drama); y los burócratas de bajo nivel (principalmente empleados de oficina) descubren la pacífica realidad detrás de la maliciosa propaganda que fomentó el odio entre sus países ("¡Los entrenan desde niños para matar!")
Todo lo cual convierte Escape from Mogadishu en un recomendable thriller político repleto de suspenso, emoción, y fascinantes datos históricos que nos invitan a pensar en términos humanos, trascendiendo divisiones geográficas e ideologías políticas. Desde luego una simple película no cambiará al mundo; pero Escape from Mogadishu me pareció un buen paso en el camino a la re-unificación. Ojalá la vea Kim Jong-un.
Calificación: 9
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