Saturday, March 3, 2018

Roman J. Israel, Esq.



Síntomas: Roman J. Israel (Denzel Washington) es un abogado "de escritorio", especializado en redactar documentos legales mientras su socio se encarga de enfrentar a los jueces y fiscales de las cortes en Los Ángeles. Pero cuando el socio sufre un ataque cardíaco, Roman se ve obligado a cubrir los casos pendientes, y descubre que la justicia en el mundo real es muy distinta de la que aparece en sus libros de leyes.

Diagnóstico: Con esa premisa, parecería que el libreto se escribe solo: un abogado brillante pero socialmente inepto debe abandonar la seguridad de la oficina e internarse en el mundo real, donde su idealismo presentará nuevos retos y oportunidades para hacer justicia. Suena como un cliché, desde luego, pero un cliché satisfactorio. Sin embargo, eso hubiera sido demasiado simple para el escritor/director Dan Gilroy, quien prefirió complicar cada vez más la historia con disyuntivas éticas, revelaciones inesperadas, y un auténtico arcoíris de matices morales que ponen en tela de juicio (ja, ja) la virtud de los héroes y la malicia de los villanos.
Sí, Gilroy tomó el cliché y lo transformó en algo profundo y complejo. Desafortunadamente esa noble ambición no dio como resultado una mejor película.
Por el lado positivo, tenemos una excelente actuación de Denzel Washington, interpretando una especie de "geek legal" con fascinantes contrastes entre su aguda mente y su arcaico estilo personal. Roman J. Israel se educó en los años setentas, y una parte de su persona nunca abandonó esa década (y no me refiero al "afro"). Su idealismo suena sincero y conmovedor; sus conflictos con el moderno sistema legal (interesado en todo excepto justicia) despiertan nuestros deseos de verlo triunfar en nombre de los desvalidos; y su metodología "old school" nos invita a reflexionar sobre la deshumanización de víctimas y criminales que entran al aparato legal de los Estados Unidos (o cualquier otro país, para el caso).
Sin embargo, como dije antes, el director quiso llegar tan lejos que terminó descarrilando la película, transformándola en algo menor a la suma de sus partes.
Creo que podría atribuir todos los problemas de Roman J. Israel, Esq. al libreto escrito por el mismo Gilroy (por si no lo recuerdan, Dan Gilroy también escribió, e hizo su debut como director, en el extraordinario thriller Nightcrawler, una de las películas más subestimadas de este siglo, en mi humilde opinión). Comprendo su deseo de explorar muchos aspectos controversiales del sistema legal norteamericano, al mismo tiempo que desarrolla un personaje interesante cuyo punto de vista nos ayuda a entender las fallas que gradualmente contaminaron los procesos jurídicos diseñados (en teoría) para proteger los derechos de los ciudadanos en ambos lados de la ley. Sin embargo sentí que ambos enfoques se estorbaron mutuamente, y ninguno logró cumplir ni en el sentido narrativo, ni en el contexto del comentario social que obviamente inspiró al director.
Entonces, lo que pudo ser el mejor thriller legal del año, terminó siendo una película dividida entre su propósito y ejecución, con mucho que decir, pero sin saber cómo expresarlo. Al menos la interacción de Denzel Washington y Colin Farrell (como uno de esos cínicos abogados mercantilistas que Roman odia) crea sólida tensión y suficiente conflicto para mantener la cinta a flote. Pero pudo ser mucho más, si hubiera intentado hacer menos.
Calificación: 8

IMDb

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