Síntomas: El "colectivo culinario" de Elle di Elle (Fatma Mohamed) inicia una residencia en el Instituto de Alimentación Sónica, patrocinado por Jan Stevens (Gwendoline Christie), donde el sonido de la comida es más importante que su sabor.
Diagnóstico: En el año 2012, la película Berberian Sound Studio demostró el sorprendente talento del director Peter Strickland para emular la atmósfera y textura del cine "giallo", logrando un homenaje absolutamente brillante en su forma... pero vacío en su fondo. Seis años después, en la cinta In Fabric (2018), Strickland repitió ese triunfo estético, pero añadiendo un fascinante misterio que me mantuvo hipnotizado a pesar de las bizarras digresiones de la cinta. Y ahora Strickland ataca de nuevo con Flux Gourmet, otro atractivo experimento cinematográfico que confirma su evolución artística... aunque se quedó corto en el plano narrativo.
Flux Gourmet sigue a un pequeño "colectivo culinario" integrado por la temperamental artista Elle di Elle (Fatma Mohamed) y sus asistentes Billy (Asa Butterfield) y Lamina (Ariane Labed). Durante los "conciertos" del colectivo, Elle interpreta extrañas danzas con tema alimenticio, mientras Lamina y Billy cocinan platos vegetarianos y capturan sonidos (el burbujeo de los líquidos, la percusión del cuchillo al cortar verduras, el zumbido de la licuadora, etc.) para crear cacofónica "música" que deleita a la pequeña pero apasionada audiencia, incluyendo a la enigmática patrona de las artes Jan Stevens (Gwendoline Christie).
Suena absolutamente bizarro, y sin duda lo es. Sin embargo, el director y guionista Peter Strickland equilibra el surrealismo de la premisa con personajes volubles y sensibles que navegan con elocuente sinceridad los altibajos del proceso creativo. Son como estrellas de rock, pero en vez de guitarras, Elle y sus discípulos crean música con los utensilios de la cocina gourmet.
Una vez que aceptamos esta descabellada disciplina (la cual, por cierto, es real), podemos disfrutar la satírica intriga del Instituto y los conflictos de individuos talentosos, arrogantes y obstinados que discuten constantemente sobre principios artísticos y los riesgos del éxito comercial. O algo así. Desafortunadamente no hay historia formal para guiar la cinta, pero los expresivos diálogos y actuaciones se encargan de atrapar nuestra atención. El único personaje que tiene un arco dramático concreto es Stones (Makis Papadimitriou), un tímido escritor contratado para documentar las actividades del colectivo durante su estancia en el Instituto. Sus entrevistas y observaciones aportan una perspectiva más "normal" de la situación... aunque a veces se desvían por las tribulaciones gastrointestinales que tienen muy preocupado al escritor. Pero al menos sus problemas parecen más accesibles (y hasta cierto punto humorísticos) en comparación con los extravagantes caprichos de los "cocineros sónicos".
Al igual que los platillos de la cocina moderna, Flux Gourmet es más imagen que sustancia. Los ingredientes de la película son de impecable calidad, y Strickland es un chef con gran talento para servir platos de hermosa apariencia... pero con mínimo valor alimenticio. Habiendo dicho eso, mi comida favorita es la chatarra, así que Flux Gourmet encaja perfectamente en mi dieta cultural. Cada quién decidirá si tiene la paciencia necesaria para digerir una receta tan pesada.
Calificación: 7.5
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